Todos los patitos
iban en fila india detrás de Mamá Pata. El quinto patito iba siempre distraído.
La última vez que se entretuvo, se perdió y acabó metido en un charco de barro.
A Mamá Pata no le
importaba la diferencia que había entre su quinto patito y todos los demás. Estaba
segura de que acabaría haciendo grandes cosas. Tal vez llegara a ser un hermoso
cisne como le ocurrió al Patito Feo, el hijo de su vecina Doña Pata.
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Un mes más he aceptado el "Reto: 5 líneas" que nos lanza Adella Brac y he escrito este microrrelato que nos lleva a la infancia. Para leer el resto de relatos de este mes de Marzo acudir aquí
Mientras sueño recorro el mundo, construyo puentes para llegar al otro lado.
Microrrelatos y poemas para antes de dormir.
miércoles, 16 de marzo de 2016
martes, 15 de marzo de 2016
Una sensación indescriptible
Emilia ya no tenía manera de solucionarlo. Con
la respiración cada vez más agitada y los ojos cerrados por
completo esperó unos segundos a que todo se pusiera en marcha. Se le
hicieron eternos esos segundos. Al sentir el primer movimiento todo
su cuerpo se puso en tensión. Con ambas manos apretó con fuerza el
brazo de Adrián.
—Tranquila, Emilia, en unos minutos todo habrá
acabado —le dijo Adrián—. Abre los ojos, verás como no es para
tanto.
Emilia le hizo caso y abrió los ojos. Se
percató de que el movimiento era ahora un suave deslizamiento. Sin
embargo no le gustó nada que hubiera tanta gente en aquel espacio.
La angustia volvía a apoderarse de ella.
Intentó tranquilizarse revolviendo en su bolso hasta que encontró
el pequeño diccionario que se había traído consigo en aquel viaje
a Francia. Así podría buscar las palabras que no entendiera en las
instrucciones que había pegadas en la pared. Los idiomas nunca habían sido su fuerte, y el francés, en particular, se le resistía mucho
más que cualquier otro idioma.
—¿Qué haces, Emilia? ¿Qué buscas en el
diccionario? —le preguntó Adrián.
—Lo que pone ahí que no lo entiendo —contestó
Emilia.
—Qué más te da lo que ponga ahí si
enseguida llegamos.
—Ya, y si se para todo, ¿tú sabes qué
tendríamos que hacer?
Adrián miró con condescendencia a Emilia.
Sujetándola por la cintura la besó con toda la dulzura de la que
fue capaz. Buscaba tranquilizarla. No le importó que estuvieran
rodeados por desconocidos. El tiempo que durara aquel beso era un
tiempo que le estaría robando a la angustia que Emilia sentía
encerrada en aquel espacio sin ventanas.
Meterla allí a la fuerza, al empujón, había
sido la mayor traición que jamás había cometido contra ella.
Aunque sabía que Emilia después se la perdonaría. Nunca había
podido estar mucho tiempo enfadada con él. No sería distinto en
aquella ocasión.
Adrián estaba deseando llegar al final del
trayecto para ver la cara de entusiasmo de Emilia cuando descubriera
la sorpresa que les estaba esperando. Ella era una enamorada de
aquella ciudad y de ninguna de las maneras él iba a permitir que se
perdiera las más hermosas vistas por culpa de su claustrofobia.
Un parón en seco del movimiento hizo que
Emilia volviera a cerrar los ojos y a sujetarse con fuerza del brazo
de Adrián.
—No seas tonta, mujer, que ya hemos llegado
—le dijo Adrián—. Ya verás como te gusta lo que vas a ver.
—¡Más te vale!, después del mal rato que me
estás haciendo pasar… —le amenazó Emilia.
Al abrirse las puertas del ascensor un aire
fresco les llegó a la cara. La considerable altura a la que se
encontraban había hecho descender unos grados la temperatura del
ambiente. Emilia abrió los ojos al sentir el frescor. El sudor que
le bajaba por los laterales de su rostro se quedó helado.
Sin soltar a Adrián del brazo, Emilia dio unos
pasos para salir de la caja del ascensor. Una luz deslumbrante la
dejó sin visión por unos instantes. Sólo veía sombras. Su
respiración se fue tranquilizando al sentirse pisando de nuevo un
suelo firme sin movimientos. Levantó la vista y no pudo por menos
que sonreír.
Había que reconocer que Adrián tenía razón
cuando le dijo que merecía la pena subir a lo alto de la Torre
Eiffel. Tener todo París a sus pies era una sensación
indescriptible. Era algo que había que hacer y sentir por lo menos
una vez en la vida.
* Relato participante en el Taller de escritura nº 33 de Literautas: Móntame una escena: en el ascensor.
* Relato participante en el Taller de escritura nº 33 de Literautas: Móntame una escena: en el ascensor.
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