martes, 31 de diciembre de 2013

Todavía no he conseguido olvidarte...


Hoy he vuelto a escuchar aquella vieja canción.
Todavía no he conseguido olvidarte.
Yo te eché de mi vida; lo sé.
Todavía no he conseguido dejar de llorar.
20 años no es nada, que decía el tango.
Todavía busco tus abrazos.
Mi falsa risa te aleja un poco cada día.
Pero todavía no es suficiente.




El mundo de Sara



El sol le molestaba y se tapó la cara con el osito de peluche azul. Sólo le quedó un pequeño hueco sin tapar delante del ojo izquierdo. Por él veía todo su mundo; por él veía a su mamá.


martes, 10 de diciembre de 2013

En mi camino...

Recorriendo el mundo
encontré amistad, amor...

Dándome a la vida
fui dejando un poco de mí
en cada persona que conocí
hasta que te encontré a ti.

Eres el final de mi camino,
mi meta, mi vida.



jueves, 28 de noviembre de 2013

Tengo...

Tengo todo lo que necesito.
Soy una privilegiada; soy feliz.

Tengo amor, tengo amigos.
Tengo familia, tengo salud.

Propiedades, fama, opulencia...
no son para mí; no las necesito.

Tengo abrazos, tengo besos.
Tengo siempre una amiga
con quién tomar un café.

Con lo que tengo me llega;
no quiero tener nada más.

Pensamientos nº3

Mi alma necesita el alimento de tus sonrisas.

Pensamiento nº2

Por Lola Pena.




Pensamientos nº2

Los mejores años fueron aquellos años, y no se van a volver a repetir. Vendrán otros mejores, otros peores, distintos; pero aquellos años no volverán.

Pensamientos nº1


Por Lola Pena.


martes, 22 de octubre de 2013

Amor generoso

Dame unos pocos minutos, una hora...
déjame despedirme tranquila
de mi paisaje, de mi casa
y prometo no volver la vista atrás.

Dame tiempo para recordar
la alegría disfrutada
por cada poro de mi piel
y juro no ponerme a llorar.

Dame tu mano para apoyarme,
para tomar fuerzas para seguirte
allá dónde tu camino nos lleve
y viviré esperanzada con el futuro.

Dame tu abrazo, tus besos...
y yo te daré mi vida entera.




lunes, 14 de octubre de 2013

Hechizo de amor





Tenía el talento de darte un beso y hacerte sentir una princesa de cuento de hadas. Ocurría que después se convertía en sapo, y terminabas deseando que se deshiciera el hechizo de amor. 



miércoles, 25 de septiembre de 2013

Una gran fiesta


La copa de vino quedó encima de la mesa cuando se asomó a la ventana. Los últimos invitados recorrían el camino empedrado hacia sus coches. Declarar ante su familia su homosexualidad había precipitado el final de la fiesta.


viernes, 20 de septiembre de 2013

lunes, 9 de septiembre de 2013

Otra mirada

Necesito ver el mundo con otra mirada
si quiero recuperar la ilusión
por la fabulación y por la escritura.

Necesito volver a creer en los sueños, en el futuro.
Sobre mis ruinas construir la base que me sirva
de comienzo para una nueva etapa en mi vida.

En eso estoy, pero ¡me cuesta tanto
conseguir esa nueva mirada!


jueves, 4 de julio de 2013

Mi mamá


El hada miró a los ojos a la niña y le sonrió:

-      “¿Eres un hada?”
-      “Soy” – respondió el hada.
-      “¿Puedes volar?”.
-      “Puedo”.
-      “¿Y hasta dónde puedes volar?” – preguntó la niña.
-      “Hasta el cielo y más allá”.
-      “Pues llévame hasta allí que tengo que hablar con mi mamá. Es sobre mi papá que me ha buscado una mamá nueva que no me gusta”.


El hada volvió a mirar a los ojos a la niña pero ya no sonreía.



(Publicado en MeGustaEscribir)

Amalgama


Hoy ha nacido una estrella. Alguna habrá muerto también. Explosión que ilumina el firmamento, que nos regala su luz.

Hoy ha nacido un ángel. Alguno habrá muerto también. La primera sonrisa de un bebé al nacer, de un niño que cree que los ángeles existen se mezcla con las palabras amargas del que ha dejado de creer.

Un ciclo de vida y muerte nos acompaña siempre. El amor es la única amalgama posible que todo lo une, que todo lo mezcla.

jueves, 20 de junio de 2013

Está prohibido prohibir


La mente es libre y puede ir dónde quiera. No existen puertas, ni muros, ni fronteras que te impidan ir allí dónde tu mente quiera ir.

Mi verdad va desnuda y la acompaña mi libertad. Me alimento de mis sueños para no envejecer jamás.


viernes, 31 de mayo de 2013

Cincuenta y ocho palabras.



Una palabra. Vida.

Dos palabras. Te quiero.


Tres palabras. ¿Vuelves a mí?.

Cuatro palabras. Yo no quiero verte...

Cinco palabras. Te equivocaste al irte lejos.

Seis palabras. No insistas. ¡Vete de mi lado!

Siete palabras. Haz tu maleta. Yo romperé nuestras fotos.

Ocho palabras. ¡Pero yo aún te sigo queriendo como ayer...!

Cincuenta y ocho palabras no llegan para dejarte.



miércoles, 22 de mayo de 2013

Sólo pienso en ti




La tierra estaba muy seca, cuarteada, esperando una lluvia que no terminaba de llegar. De entre las grietas salió una lagartija de cola azul que se escabulló rápida cuando descubrió la presencia de Berta. Así es como le gustaba que la llamasen. Su nombre completo, Roberta, siempre le había parecido que la hacía más vieja. Aunque ya no era una niña, Berta quería creer que aún le faltaban muchos años para ser lo que se suele llamar una persona asentada.


Continuó caminando sobre la tierra reseca buscando la orilla del agua. El nivel de agua del embalse había descendido tanto que más de la mitad de su viejo pueblo había quedado al sol. Desde donde estaba ya podía ver el campanario de la iglesia. Le faltaba la campana que se la habían quitado antes de la inundación para podérsela poner al campanario nuevo. Así por lo menos el sonido de las campanadas seguía siendo el mismo.


El pueblo estaba en la parte baja de las montañas, al borde del río. Era lo más lógico. El río les daba alimento, les daba el agua con la que lavarse y cocinar, les servía para lavar la ropa… Vivir lejos del río cuando ella era pequeña era una locura. Suponía más trabajo y estar apartado de la vida diaria del pueblo que se desarrollaba en el río o en la Plaza de la Iglesia. Esta plaza se empleaba para las celebraciones religiosas o para las celebraciones civiles convirtiéndose en la Plaza Mayor o en el campo para las fiestas según la ocasión. Allí estaba el ayuntamiento, el colegio y el colmado de Don Antonio que hacía las veces de taberna y de tienda de comestibles y ropa. Allí estaba todo…


Berta iba recordando sus momentos de juegos en la plaza mientras continuaba bajando por el camino que llevaba a la entrada del pueblo. ¡Cuántas veces habían subido y bajado por ese camino! Mientras fue pequeña no muchas, pero cuando acabó en el colegio y tuvo que ir a estudiar al convento de monjas de la capital subía y bajaba ese camino para poder coger el autobús de línea que pasaba por la carretera general. La carretera no llegaba al pueblo, sólo ese camino.


Su prima Manuela le había dicho que sus casas también habían quedado al aire con el descenso de aguas del embalse. Berta no sabía si atreverse a ir hasta allí. Era muy posible que ver su casa destruida en parte por las aguas de su amado río le trajera tristeza, añoranza y no estaba segura que pudiera soportar esa sensación.


Al fin y al cabo en el antiguo pueblo enterrado por las aguas había dejado enterrada también su infancia y gran parte de su juventud. El  primer amor y el primer desengaño que una mujer sufre son sentimientos y personas que no nunca olvida. Y ella los tenía enterrados allí.



Desde el nuevo pueblo, en lo alto del valle, se veía todo el embalse y sabías que allí debajo estaba también una parte muy importante de tu vida. Pero estaba allí, bajo el agua, inalcanzable para la mano.


Hasta ahora… La sequía que estaban sufriendo en la zona había venido también para secar su alegría, sus ganas de vivir. Se tenía que enfrentar de nuevo a viejos fantasmas que ya tenía olvidados.


Las paredes de la iglesia que sostenían el campanario seguían en pie.  También estaba en buen estado la entrada principal. El resto del edificio se había ido derrumbando.


De la parte de atrás de la iglesia salía la empinada calle que llevaba hasta su casa. Al poco de comenzar a subir, Berta vio el hueco en donde antes estaba la ventana de su cuarto. El corazón se le aceleró tanto que parecía que le dolía.


De repente sintió un escalofrío en la espalda, como si algo muy frío acabara de pasar por detrás de ella. Se giró, pero no había nadie. Quién iba a estar allí. Las emociones que estaba experimentando en aquellos momentos le estaban jugando una mala pasada. Nunca pensó que volvería a estar en aquella calle, frente a su casa. El día que el agua del embalse la cubrió por completo fue el comienzo de una nueva vida. Su familia y ella dejaron aquella casa, aquel pueblo, obligados por unas leyes que no les respetaron. Era por el bien común, por el progreso del país, les dijo el alcalde. Pero lo cierto es que nadie pensó en ellos ni en lo que dejaban allí sumergido.


Berta puso una mano sobre la pared de su casa. Fue entonces cuando, en silencio, ya no pudo contener más su tristeza y las lágrimas comenzaron a recorrer su rostro. Apoyó su frente sobre la piedra  dejando que toda su pena saliera. Era como si hubiera llegado al final del camino después de tantos años andando.



Volvió a sentir el frío bajando por su espalda, pero ahora con más intensidad, como si alguien la hubiera rozado con una mano helada. Levantó la cabeza y girándola a derecha e izquierda miró entorno suyo, pero no había nadie. Estaba comenzando a ponerse un poco nerviosa. Tal vez no debería de haber bajado hasta allí ella sola. Manuela se había ofrecido a acompañarla, sin embargo, ella prefirió enfrentarse a sus recuerdos en soledad. Ahora ya no estaba tan segura de que hubiera sido una buena idea.


Berta tenía que desandar todo el recorrido que había hecho por el pueblo para poder salir de él. Aquel camino era la única entrada y salida el pueblo. Así que hizo de tripas corazón, miró por última vez su antigua casa y comenzó a bajar la calle en dirección a la iglesia  y a la plaza. Sin embargo no pudo avanzar. Dos manos la sujetaban con fuerza para que no pudiera andar. ¿Qué le estaba sucediendo? Muy asustada buscó a la persona dueña de esas manos. Sin embargo allí no había nadie, no veía a nadie…


Una voz susurrante procedente del descampado que había por detrás de su casa la llamaba para que fuera hacia allí. Las invisibles manos tiraban de ella en esa dirección. Pero no quería mover sus pies. El miedo y la lógica le impedían ir en esa dirección.


Aquel descampado antes era un prado muy hermoso. Allí sacaba su padre una mesa y unas sillas los días del patrón del pueblo para celebrar la comida con los familiares venidos de otras localidades; allí ponía su madre a blanquear la ropa que lavaba en el río los días de sol; allí jugaba Berta con sus amigos cuando los quehaceres diarios se lo permitían; y, allí le robó su primer beso François, el hijo de unos vecinos del pueblo que habían emigrado a París en busca de una vida mejor.


Y desde allí la llamaba ahora aquella voz para que fuera. Las fuerzas de Berta comenzaron a flaquear. No podía luchar más contra aquellas manos, contra aquella fuerza que tiraba de ella y que la obligaba a ir dando pasos en dirección a la voz. Así que se dejó llevar, qué otra cosa podía hacer.


Ante ella apareció un joven cuyo rostro se le hizo muy conocido. Estaba muy pálido y delgado, como si estuviera muy enfermo. Su sonrisa la tranquilizó. Ella conocía a aquella persona, estaba segura, pero no recordaba quién era.


.- “He estado mucho tiempo esperándote, Berta, pero el agua no me dejaba verte. Menos mal que ahora ya estás aquí”.

.- “¿Quién eres?” – preguntó Berta con un hilo casi inaudible de voz.


.- “¿Tanto he cambiado? La tuberculosis casi me mata, pero al final pude yo más que ella. Tenía que regresar a tu lado y aquí estoy.”


No podía ser… era Ramiro quién estaba ante ella.  Su muerte la había dejado envuelta en una tristeza tal que hasta muchos años después no había conseguido rehacer su vida. Y ahora estaba allí, frente a ella. La tuberculosis a la que él creía que había vencido lo había matado.


.- “Sólo pienso en ti, Berta, y no me puedo ir” – dijo Ramiro estirando sus brazos hacia la mujer.


.- “Yo no te puedo acompañar, Ramiro. Todavía tengo mucho que hacer en esta vida, en este mundo. Lo siento, pero no me puedo ir contigo”.


En el instante en que Berta terminó de decir estas palabras estalló un fogonazo de luz que la deslumbró. Se tapó los ojos con las manos y al destapárselos descubrió que Ramiro había desaparecido. Tan sólo unos segundos antes había tenido ante sí al gran amor de su vida muerto hace muchos años en tierras lejanas. Él también había emigrado buscando una vida mejor. En cuanto tuviera unas condiciones de vida dignas regresaría para casarse con ella y llevársela a vivir con él. Berta se dio la vuelta y comenzó a bajar la empinada calle camino de la vieja iglesia. Todavía no podía creer lo que acaba de vivir.


.- “La muerte se encargó de separarnos, Ramiro, y yo tuve que aprender a vivir sin ti” – se dijo Berta para sus adentros. "Con lo felices que podíamos haber sido tú y yo...".

martes, 7 de mayo de 2013

Tu llegada

Todo el tiempo del mundo era nuestro. Los días y las noches se sucedían incansables sin molestarnos con sus horarios. Comíamos sin esperar al hambre; dormíamos sin respetar al sueño; nos amábamos sin reservas, sin miedo al mañana.  O al menos así fue hasta que llegó Paula.



Entonces las cosas cambiaron. El tiempo dejó de ser nuestro pero tampoco nos importó. Su llegada trastocó el desordenado orden de nuestras vidas y nos trajo un sentimiento hasta aquel momento desconocido para nosotros dos. La felicidad de ser madre y padre volvió a hacer que todo el tiempo del mundo fuera nuestro, aunque ahora nos lo repartíamos entre los tres.

martes, 23 de abril de 2013

Nube de fuego




Cupido no tuvo la culpa. Prefiero echársela al destino o a la diosa Fortuna. Coincidió que era el día de los enamorados… pues era… pero ya se estaba acabando. Fue al atardecer del día. Los dos nos paramos a un tiempo, en plena calle.

Miramos a la misma nube. Yo hice una foto; tú sólo la observabas. Esa coincidencia nos hizo mirarnos y sonreírnos. Tuviste el valor de hablarme. Yo no lo hubiera tenido:

- "Hermosa nube. Parece que está ardiendo”.
- "Lástima que pronto desaparecerá” – te dije.
“Ya no, mientras tu foto exista. No la destruyas nunca. Será un momento único en tu vida”.

Entonces saqué valor no sé de dónde. Lo normal es que mi timidez me impida hablar a las mujeres:

-      “Si quieres te la mando por correo. ¿Cuál es tu e-mail?”.

No me lo podía creer. Le estaba pidiendo su correo electrónico a una mujer. Y ella lo estaba escribiendo en un papel.

Después de eso vino nuestra correspondencia casi diaria durante meses. Nos fuimos conociendo poco a poco. Con miedo por mi parte, con precaución por la tuya. Hasta que llegó nuestra primera cena. Y ahí sí que terminó por surgir algo entre nosotros.

Tú dices que fue trabajo de Cupido, que fueron las flechas del amor que atinaron en nuestros corazones. Yo soy un poco más prosaico, menos poético y prefiero pensar que nuestro destino estaba marcado para que acabáramos juntos.


(Publicado en MeGustaEscribir)

lunes, 8 de abril de 2013

La aventura de vivir


El bebé cerró los ojos. El sol le daba de frente mientras iba sentado en la silla de ruedas que empujaba su mamá.

Durante unos segundos tuvo que dejar de observar ese mundo que le rodeaba y que tanto le fascinaba.


Cada día descubría una cosa nueva. Estaba comenzando a gustarle aquella aventura. No sabía cómo había llegado a ella, pero le estaba gustando.


Un día descubrió un olor que le hacía cosquillas en la nariz si se lo acercaban. Su mamá le dijo que era una flor. Otro día las cosquillas las sintió en la boca. Eran las naranjas.


Pero nadie le había explicado aún que era ese brillo que le hacía cerrar los ojos:


- "Algún día lo descubriré" - se dijo el bebé.



(Publicado en MeGustaEscribir)

jueves, 31 de enero de 2013

El mejor momento del día



Carla caminaba con las manos en los bolsillos. Mantenía la cabeza erguida a pesar del frío matutino. Ya no llovía. El sol aparecía tímido entre las nubes. Daba gusto estar bajo sus rayos. Miró el reloj para comprobar que no llegaba tarde a su cita. Se alegró. Iba con tiempo suficiente.



Carla cruzó el puente y vio que la marea estaba alta. El sol invernal le daba ahora de lleno en la espalda. Ya no tenía tanto frío. "¿Quién habrá ido hoy?" - se preguntó mientras continuaba su paseo hacia el café "El Kiosco", en la Plaza Mayor.

El olor a café recién hecho inundaba todo el local. Estaba de suerte. Hoy estaban todos: Isabel, Antonio, Jesús y José.

- "Buenos días" - dijo Carla al entrar.

- "Buenos días" - respondieron sus amigos casi al unísono.

- "Un café vienés" - contestó la muchacha al camarero que acababa de llegar a su lado.

Tomó su taza de café entre las manos. Removió la nata para mezclarla con el café y le dio un sorbo. Comenzó a charlar, a bromear con sus amigos. Había llegado el mejor momento del día y había que aprovecharlo.

miércoles, 9 de enero de 2013

El primer guiso del año



Lo primero que hay que hacer es buscar los ingredientes adecuados sino el guiso no tendrá un buen sabor y después no nos gustará o quizás nos dé ardores en el estómago.

Habrá que poner un mucho de felicidad y optimismo en el fondo de la cazuela. Los tiempos que corren son de pesimismo y eso hay que combatirlo construyendo una buena base para nuestro plato.

También habrá que añadir la cantidad suficiente de salud y de trabajo. Estos ingredientes harán que el caldo del guiso sea más consistente y que soporte mejor el resto de ingredientes.

No tenemos que olvidar poner unos cuantos gramos de esperanza y otros tantos de sueños. Esfuerzo, constancia y lealtad son los últimos ingredientes que tenemos que agregar al guiso.

Una vez que tenemos todo dentro de la cazuela la pondremos al fuego, y dejaremos que todo se cueza lentamente. Todos los ingredientes tienen que ir mezclándose poco a poco. El sabor que cada ingrediente suelto es bueno pero todos juntos, en su punto de cocción exacto, hacen que el sabor del guiso sea perfecto.

Cuando lleve unos minutos hirviendo la comida debemos probar su sabor para saber cómo está de sal y de pimienta. Estos condimentos son los que dan el ritmo que el guiso necesita, que tanto necesitamos. Sin esa sal y esa pimienta el guiso queda sin ninguna gracia, y aunque nos alimenta, no nos da las fuerzas para seguir día a día.

Ya tenemos el guiso calentito y listo para tomar. Sólo nos queda acompañarlo de la bebida que más nos guste; quizás un vaso de alegría le vendría muy bien. 

Sentarnos a una mesa bien dispuesta, con un hermoso mantel, nuestra mejor porcelana  y una buena compañía es lo único que nos resta para comer un buen plato de nuestro guiso especial. Nos reconfortará el cuerpo y el espíritu y nos dará fuerzas para continuar luchando. Hagamos este guiso siempre que lo necesitemos. Es el único plato de nuestra gastronomía que nos puede ayudar en los momentos difíciles. Se lo recomiendo a todo el mundo y todas las veces que les sea necesario. Sólo me resta desearos buen provecho.


(Publicado en MeGustaEscribir)