Soñaba con poder observarlos en libertad por la sabana de África. Algún día sería explorador; guiaría safaris fotográficos y los vería correr libres por la llanura. Pero para eso faltaban muchos años todavía.
De repente el elefante alejó su trompa de la mano del niño y la introdujo en un pequeño estanque que había en el centro de su recinto. Después la levantó hacia el cielo y expulsó el agua con fuerza formando una fina lluvia que comenzó a caer sobre Israel. El elefante estaba contento.
Israel cerró los ojos y alzó su cara hacia las gotas de agua que caían. Llevaba toda una semana esperando aquella demostración de cariño. Ahora también él estaba por fin contento.
Dibujo: María Vázquez Alonso. |
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