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Foto: Carlos Timiraos |
Paula se va a morir de envidia. Es como si ya pudiera verla, roja de rabia, en cuanto me vea cogida del brazo de Gabriel, bajando la Cuesta del Molino. Pero a mí me va a dar lo mismo. Yo creía que era mi amiga, mi mejor amiga, y ya me ha demostrado que no lo es.
En cuanto supo lo de la invitación de Gabriel hizo todo lo posible para que mi madre me prohibiera salir este domingo. Hasta le mintió contándole sobre mí burdos chismes que por suerte mi madre no se creyó. "Lo siento, Paula, pero mi niña no ha hecho esto que me estás contando".
No se le había ocurrido otra cosa a Paula que decirle a mi madre que me había visto en una esquina de la Calle Mayor dándole un beso a Gabriel en la mejilla. ¡Será posible la desfachatez que tienen algunas! ¡Y todo porque quería a Gabriel para ella y él en cambio me eligió a mí! ¡Qué mala es la envidia, Señor! ¡Qué mala es...!
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