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Foto: Lola Pena. |
Me incorporé de la silla poco a poco sin desviar mi vista de su rostro, de sus ojos. Mi corazón bombeaba cada vez más rápido mi sangre. La breve distancia que había entre nosotros hacía un instante me pareció que se había convertido, de repente, en varios kilómetros. Hasta que llegué a sus labios y la besé.
Un beso explosivo que me llenó de felicidad. El primer beso de todos los millones de besos que vendrían después a lo largo de nuestra vida juntos. En tardes de invierno como hoy me gusta sentarme con una taza de café bien caliente entre las manos y recordar aquel instante vivido con ella como si lo estuviera viendo en un vídeo a cámara lenta.
(Publicada en Sttorybox)